No realizaré presentación esta vez, sólo les quiero dejar esta historia que escribí, que es inventada y 100% producida por mí, además de que fue enviada para participar en el 12° Concurso Literario ''De Ana Frank a nuestros días'' y se llama ''Auge Inmoral'', espero que les guste, le puse mucho empeño y ganas y creo que me quedó bastante bien, ingenioso, interesante, doloroso y profundo... Me pueden dejar en los comentarios qué les pareció, si les agradó, qué sintieron, qué les generó, y cualquier otra cosa que hayan logrado captar de esta historia. ✌
Esta es la historia, la historia de la época más dura de mi
vida, donde se vieron involucrados los pensamientos, los sentimientos, las emociones, los dolores, los perjuicios, los detrimentos; en su expresión más genuina… Mi sufrimiento, mi angustia, mi ansiedad, mi miedo, mis preocupaciones, mi inquietud, mi inseguridad, mi todo.
No importa,
definitivamente, el tiempo no importa, no importan los años que transcurran, no
hay lugar en mi corazón, en mi mente, en mi espíritu, para el olvido. Es una
marca permanente que quedará en mi ser, algo que no se borrará de mi cabeza,
nunca, lo tengo más que claro, mi alma lo sabe, pero la enseñanza también es
permanente.
Supongo que
todo comienza en noviembre de 1938, en mi antiguo hogar, una vivienda
relativamente pequeña ubicada en la ciudad de Erfurt, República de Weimar.
Vivía con mi amada, con quien contraje matrimonio, teníamos un comercio con el
cual nos manteníamos a través de la venta de diversos bienes básicos, hasta
que... Bueno, desde hace unos años había
comenzado a notar una serie de tendencias políticas por parte del Estado de ese
tiempo, en contra de nosotros, los judíos. Yo sabía, tenía muy en claro que
ciertos miembros del gobierno denotaban odio hacia nuestra cultura y formas de
pensar y vivir, lo que no sabía es que se venía lo peor con la llegada de esa
noche, la noche del 9 de noviembre de 1938, algo que me provocó el no poder
dormir por mucho tiempo…
Con el sueño ya conciliado, unos
ruidos provocaron que me despertara de golpe, me levanté de inmediato y me
dirigí hasta el ventanal que daba a la calle, observé un gran destello de luz
que se expandía rápidamente en la gran sagrada Antigua Sinagoga, no podía creer
lo que estaba ocurriendo delante de mis ojos, luego vi con más atención y
alcancé a ver que se encontraban unos sujetos que llevaban un uniforme con una
coloración muy semejante a la madera, sostenían armas de fuego de gran
impresión. En este punto, mi mente me dijo que algo no andaba bien, había
peligro, no pude reaccionar hasta que observé que uno de esos hombres entró al
hogar de una familia judía de forma muy brusca, y comencé a oír gritos que sé
que eran de miedo y de dolor. Inmediatamente fui con toda prisa a decirle a mi
amada que había milicias entrando indebidamente en las casas de los
alrededores, sin saber bien el porqué. Por lo que le obligué que se escapara
por la ventana corrediza de nuestra habitación para que se mantenga a salvo, el
cual daba lugar a un callejón que llevaba a la calle de la otra cuadra, en
medio del proceso, escuché un gran golpe en la puerta y mi corazón se aceleró
repentinamente; ya estaban aquí. Como acto de valentía, me dirigí hacia ellos
con intenciones interrogativas, para darle más tiempo a mi amada de escapar. Al
llegar a la sala principal, vi que todas las cosas estaban tiradas y noté a
cinco masculinos, de gran tamaño e ímpetu; uno de ellos me brindó un golpe en
el rostro y caí al suelo, me preguntó cuántos éramos los que vivíamos en esa
casa; a lo que respondí que sólo yo. Comenzaron a dudar de que les había
mentido, hasta que otro de ellos me miró fijamente a los ojos y me señaló con
su dedo índice diciendo: ‘’Tenemos un puesto de trabajo para usted, no es
necesario que prepare nada, se les brindará todo lo que deseen, cortesía del
Estado’’, cuando me soltó esas palabras, me quedé unos segundos pensando y
viendo el lado positivo de lo que me había dicho, quizás esta era una oportunidad
que se me había brindado para tener un bienestar y una vida aún mejor que la
que ya tenía, a lo que contesté que aceptaba el puesto.
Me dijeron que me levantase y uno de
ellos me dio como un uniforme, me dijo que me sacara la ropa que llevaba puesta
y me pusiera eso. Acepté de forma
dudosa, eran líneas de color negro y blanco, como si de cebras se tratase,
cuando me lo puse me acordé de mi esposa, y antes de irme miré por última vez
la ventana que daba al callejón y no la vi, en parte estaba triste por no
haberme podido despedir, pero sabría que ya le contarían lo que estaba
sucediendo en realidad, el Estado estaba reclutando trabajadores, por lo que
ella volvería a la casa apenas se enterase, lo que no sabía es cuánto tiempo
estaría afuera, pero de alguna forma me trataría de comunicar. Al salir a la
calle, vi que todos los hombres de las viviendas del alrededor también estaban
vestidos como yo, me dije a mi mismo que al menos no estaba solo y tendría
compañeros de trabajo.
Nos
agruparon y nos dijeron que íbamos de camino a la estación de tren; Erfurt
Hauptbahnhof para dirigirnos a los sitios en los que trabajaríamos, por lo que
comenzamos con nuestra caminata, supervisados por los hombres de uniformes
marrones que me causaban algo de inquietud al portar esas temibles armas de
fuego. Llegando al lugar, observé una gran cantidad de vagones que serían
nuestro transporte y nos comentaron que eligiéramos el vagón que más nos
gustara, a lo que yo decidí irme al último, por otro lado, vi que venían otros
grupos de diferentes partes de la ciudad, lo que no me terminaba de cerrar es
que ¿por qué sólo nosotros, los judíos? Pero traté de no pensar negativamente y
mirar hacia el futuro; una nueva forma de vida y de progreso para el desempeño
propio. Miré que en cada vagón había uno de esos hombres con uniformes que
hacían preguntas a los pasajeros, cuando me dirigí al vagón que había elegido y
llegó mi turno, me preguntó mi nombre completo y mi edad, a lo que contesté que
me llamaba Sameh Ehrlij y que tenía 27 años, después de decirle me dejó subir.
Lo que me
parecía algo extraño de los vagones es que estaban completamente vacíos, es
decir, no había butacas ni nada, directamente nos teníamos que sentar en el
suelo del vagón, por lo que me posicioné en la esquina superior derecha. Cuando
terminaron de subir todos, me di cuenta que no había espacio para todos, por lo
que algunos tuvieron que amontonarse, yo me preguntaba; ¿qué tipo de
transportes de trabajo son estos? Eran pésimos, pero dejé de quejarme, ya que
el trabajo era lo que me importaba de verdad.
El viaje se hizo eterno, ya no sabía
en qué posición ponerme y el amontonamiento de gente me parecía asfixiante,
intenté dormir, pero me fue imposible porque aparte del bullicio, el ruido del
tren no te lo permitía. En medio de la travesía conocí a Jeziel, un joven de
unos 23 años que estaba en busca de algún trabajo y que, sin dudar, había
aceptado el trabajo que le habían ofrecido, además, me dio algunos datos de
adónde nos dirigíamos, ya que yo no tenía conocimiento alguno. Me dijo que
estábamos en camino a Buchenwald, un pequeño ‘’pueblecillo’’ que sería donde
trabajaríamos, tenía cobertizos que usaríamos para dormir y alimentarnos,
también me comentó que estaríamos allí una temporada de uno o dos años, y que
después seríamos trasladados a otro sitio, dado como un ‘’ascenso’’ de puesto
de trabajo por el desempeño. Le agradecí la información y le dije que podríamos
ser compañeros durante toda la temporada, así al menos no nos encontraríamos
solos.
Hasta que al
fin llegamos, luego de unas 12 horas sin comer ni poder dormir, esperanzado de
que ya podría descansar y alimentarme, aunque esto último no fue así… Pero sí,
tal como dijo mi nuevo compañero, eran todos cobertizos cercanos, pero lo que
observé muy detenidamente fue que todo el lugar estaba cercado, además de que
había una gran cantidad de esos hombres armados en todas partes, como si
estuviesen vigilando de que no nos escapásemos, pero ¿quién se escaparía de una
oferta de trabajo? Al bajar de los vagones, nos dirigimos hacia la entrada, y
allí registraron nuestros datos nuevamente y nos avisaron que podíamos
descansar y que al día siguiente empezaríamos con los trabajos, cuando pude ver
de cerca los lugares donde dormiríamos, estos tenían como una pintura desgastada
en su exterior, todo sin color e infeliz, sentía como una presión en el pecho,
una presión fuerte que trataba de decirme que no tendría que estar ahí, pero la
ignoré.
Junto a
Jeziel, elegimos uno de los cobertizos para poder por fin acostarnos, pero
cuando ingresamos nos pareció algo totalmente terrible, sólo eran como cajones,
uno encima del otro, cuando lo vi me comenzó a generar angustia y la presión se
hizo más fuerte, seguí ignorándola y me acosté para intentar dormir. Miraba a
mi nuevo amigo, y con tan sólo hacerlo, ya me daba cuenta de lo preocupado que
estaba, al instante me dio escalofríos y cerré los ojos.
Habré dormido sólo 2 horas en las
que tuve un sueño, estaba en ese mismo lugar cercado, miré hacia mi alrededor y
vi a Jeziel tumbado en el suelo, estaba inmóvil, corrí hacia él lo más deprisa
que pude y al llegar, vi que sus ojos estaban blancos. Me desperté exaltado y
me golpeé la cabeza con el cajón superior, aunque no sentí dolor, después
escuché a una milicia gritando que nos despertáramos, que era hora de trabajo y
que nos deseaba un excelente día. Además, nos dijo que hubo un problema en la
cadena de distribución de alimentos, por lo que no podríamos comer durante todo
el día, lo que hizo que se me revolviera el estómago.
Salí del
cobertizo junto a los demás y vi que ya estaban los otros grupos afuera, en eso
se acercó un hombre uniformado y nos dijo que nos dividiría en sectores según
el trabajo que nos tocara, afortunadamente me tocó junto Jeziel, el cual estaba
emocionado por empezar, sin que le importase el sueño que tuviera por no haber
podido dormir. Antes de todo, nos obligaron a cortarnos el cabello por
cuestiones higiénicas, a los que aceptamos amablemente, luego nos mandaron a
una cantera que no había visto cuando habíamos llegado, y nos dijeron que
nuestro trabajo durante toda la temporada era juntar las rocas de esa cantera y
llevarlas hasta el sitio donde se apilarían y se juntarían todas, también nos
dijeron que el propósito de estas rocas era la creación y construcción de infraestructura
orquestada por parte del Estado para mejorar la calidad de vida de las personas
y satisfacer la necesidad de desalojamiento que había en todo el país.
Por lo que
comenzamos activamente, nos pasamos 10 horas haciendo lo mismo una y otra vez,
juntando las rocas, subiendo y llevándolas hasta el sitio de apilamiento, fue
algo no tan agotador debido a que fue el comienzo. Desde que pasó el primer
día, me di cuenta que nos encargaron ese trabajo por cuestiones de físico, ya
que mi amigo y yo estábamos bastante bien con respecto a ese tema, por lo que
tendríamos más resistencia y fuerza para desarrollar esa actividad.
Al siguiente
día, nos dijeron el mismo verso con la cuestión de la comida, por lo que Jeziel
comenzó a sospechar del tipo de puesto de trabajo que nos habían cedido, y
tenía miedo a que llegue a algo peor, lo cual sucedió y se trataba del maltrato
y del castigo a las personas que trabajábamos allí por el cansancio que tenían
algunos y necesitaban un descanso, lo que en consecuencia era brindado pero con
una paliza. No podía creerlo, ¿en qué lugar estábamos? Era terrible para mí y
yo no quería pasar por eso, hasta vi cómo lo llevaban a cabo, las personas se
apoyaban en una mesa de madera y los hombres armados les pegaban con diversos
objetos y lazos como forma de castigo, dejándole marcas y heridas, luego de ese
‘’descanso’’ eran llevados a trabajar nuevamente hasta que se terminara el
horario de hacerlo.
Luego de 1
mes, determiné que quería salir de allí, quería escaparme, no aguantaba más el
estado en que estábamos, todas las noches me preguntaba antes de intentar poder
dormir que ¿por qué nos merecemos esto, qué hicimos para merecerlo? El hambre
abundaba enormemente en todos los sitios, exigían comida, pero los militares
contestaban con un NO de forma brusca, lo que es igual a causar daño… Jeziel y
yo no queríamos estar más allí, cada noche pensábamos y buscábamos alguna forma
para poder salir de esa cárcel, que fue como lo comenzamos a llamar, porque era
así.
Cada día que
pasaba, perdíamos más energía y fuerzas, yo pensaba que en algún momento no iba
a poder seguir, que iba a caer rendido al suelo y que me pegarían para que siga
trabajando para ellos… Me sentía un esclavo, no, no me sentía, lo era y me dolió
tener que pasar por eso, sólo pensaba en una nueva oportunidad de vida, un
nuevo comienzo, pero todo fue a la inversa, quizás ¿este es el destino de mi
persona? No lo creía, pero en ese momento me sentía de esa forma, cada día y
noche que pasaba, rogaba al destino que cambiara las cosas, que por fin se
terminase todo.
Lamentablemente tuve que ver en vivo
y en directo cómo mataron a un compañero en el sitio donde estaba trabajando,
fue terrible… Hicieron que se ponga de rodillas y dos militares le dispararon
con unas armas inmensas de fuego en la cabeza, provocándole muerte instantánea,
después de eso, no pude conciliar el sueño por 3 semanas debido al miedo que
tenía de que me pasara algo similar o que me torturasen.
Durante mi
tiempo allí, sufrí varias veces la tortura y la humillación de parte de esos
uniformados… Una de ellas fue por intentar escaparme de ese lugar, no aguantaba
más ese encierro que sería permanente e interminable, hasta que llegase mi
muerte, intenté cavar un agujero al lado de una cerca que daba hacia un bosque
inmenso y como era de esperarse, me vieron, lo que me hicieron fue doloroso y
me llevó meses para recuperarme completamente, ya que me golpearon la cabeza
varias veces y me lastimaron demasiado las piernas, lo que me dificultó el
poder seguir trabajando, pero hacía todo lo que podía, con tal de resistir y en
algún momento salir de ahí.
Pasó mucho
tiempo de hambruna y de sufrimiento, hasta que llegó el momento de mi amigo, él
estaba agotado, se levantó un día y no podía sostenerse de lo débil que se
encontraba, lo ayudé para que no llegara su destino final y también hice lo
mismo cuando nos llegó el momento de trabajar pero él simplemente se rindió, no
pudo más y en consecuencia cayó como peso muerto en el suelo, intentaba hacer
que levante, que reaccione, que dé un poco más de sí mismo, para que nos
sigamos apoyándonos y motivándonos, pero no, él no pudo más, ese fue su fin.
Tuve que verlo en su último momento, se me llenaron los ojos de lágrimas, y no
pude resistir el llanto, veía a mi alrededor cómo las milicias se reían a
carcajadas de lo que estaba pasando, lo abracé como último aliento y esperanza,
intentando darle las energías que aún podía preservar en mi ser interior a
través del afecto. Eso no sirvió, para nada, finalmente el sueño que había
tenido el primer día se había cumplido, en un momento, sus ojos se pusieron
blancos y ahí es cuando me di cuenta que se había ido, ya no podría volver,
nunca más, pero sé que ahora se encontraría en paz y descansaría, al fin y al
cabo. Después de eso, los uniformados se llevaron el cuerpo y sé que iba al
crematorio, porque todas las noches había un olor intolerable y apestoso, yo no
quería pasar por lo mismo, yo tenía las esperanzas suficientes de que esto se
acabaría.
Pasaron años
intensos, donde nunca hubo felicidad, alegría, agradecimiento, nada relacionado
con algo ‘’bueno’’, a medida que pasaban las horas y horas, sentía cómo la
necesidad de desahogarme en el exterior, me carcomía por dentro, sí, este era
un dolor interno, insanable. El concepto de la libertad, de ser libres, se fue
de mi cabeza completamente, me sentía como algo automatizado y el combustible
se me iba acabando, no había nada que me consolara.
Me ponía a
pensar en mi esposa y empecé a creer de nuevo, que ella estaría bien, que me
esperaría en mi regreso y que podríamos volver a estar juntos, que toda esta
bazofia se terminaría finalmente y podría volver, volver a sentir cariño,
compañía, podría volver a sentir el sol y su calor, despertarme con suma
tranquilidad, en resumen, volver a ser yo y no ser un objeto de manipulación
nunca más y lo que es razonable; que nadie lo sea.
Hasta que
llegó ese rayo de luz, esa posibilidad de cambiar el destino que fue dada
cuando todos, sí, absolutamente todos los prisioneros que aún quedábamos, nos
levantamos y sentimos la misma chispa de salida, fue un acto conjunto de
valentía, obra, desarrollo, convicción, de necesidad y de lo que es más
importante, de libertad. Todos agrupados en forma de resistencia con la única
opción que era creer, creer que todo es posible, era posible salir de ese
encierro, de esa privación de la libertad, por lo que con completo orgullo,
asaltamos las atalayas y tratamos de hacernos control del campo, lo cual
conseguimos medianamente, para intentar aguantar, hasta que llegó la tarde ese
mismo día, el 11 de abril de 1945, donde una gran cantidad de hombres vinieron
a salvarnos, a sacarnos de este sufrimiento que era infinito y poder curarnos
del dolor interno.
Así fue como
la fe de uno mismo que se había ido desvaneciendo continuamente, fue impulsada
por la acción total de los demás, lo que provocó la unificación total, el
sentimiento propio de cada uno, de pensar que todo estaba perdido fue
convertido totalmente a lo que se llama esperanza, esa luz de confianza de
poder lograr algo que se desea con todo el corazón y que no importa qué ocurra,
siempre se intentará. Simplemente, después de todo esto, volví a nacer, comencé
a ver el mundo de otra forma, con otra visión, y también comencé a valorar las
cosas de verdad en su totalidad, y de estar agradecido por haber salido de
allí, y para aquellos que no pudieron o se les impidió el poder hacerlo, que
sepan que ese acto también fue gracias a ellos, la esperanza que brindaron fue
parte de eso.
¿Y qué más?
Así concluye todo, una etapa triste, dura, difícil, de casi imposible
escapatoria de mi vida que me fortaleció y me enseñó profundamente lo que es
vivir y, por otro lado, de extrañar lo que se extravió. Definitivamente no es
lo mismo volver a tu ciudad, a tu hogar, y ver a tu alrededor que todo está
destruido y quebrado, incluyendo muchos corazones, producto del mal, del odio,
del rechazo. No es fácil comenzar de nuevo, no lo es, no es sencillo dormir; es
imposible no tener pesadillas, volver a comer después de mucho tiempo fue como
probar la comida por primera vez. Quizás comprendamos, quizás todos lo hagamos;
que esto no debe ser caracterizado únicamente como un hecho meramente terrible,
sino también como una forma o como un método de enseñanza para cada uno de
nosotros, y sobre todo, el comenzar a valorar ser libre.
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